Relatos de un Piloto Compartir
Estos pequeños relatos, que experimenté como piloto, seguramente serán comunes a cientos de camaradas, con los cuales nos une la misma pasión: ver la tierra desde el cielo. Y da lo mismo si lo hacemos desde un básico planeador, un ultraligero, un avión liviano de turismo o negocios, al mando de un supersónico avión de combate o en la cabina de un jet intercontinental. Volar ha sido un anhelo inmenso de la humanidad que nos ha llevado a surcar el cielo, mitológicamente primero con el mito griego de Ícaro y su padre, Dédalo, quien fabricó alas para él y su joven hijo, enlazando plumas entre sí y uniendo con hilo y cera, dando al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro. Precariamente, muchos siglos después, conseguimos hacer volar aeronaves más pesadas que el aire, impulsadas por motores de combustión interna. Y, con el aporte de nuestra impresionante tecnología, nos adentramos hoy más allá del sistema solar… Tal vez esté en el propio espíritu del hombre; Quizás sea solo la continuidad de aquella aventura que comenzara, caminando erguido, atravesando África y colonizando el mundo, para luego surcar todos los mares y, finalmente, volar sobre nuestro hábitat y aún más allá. Contemplar un bello amanecer, volar entre los blancos y compactos cúmulos, ver desde arriba, la magnificencia de una interminable capa de estratocúmulos, extendiéndose hasta donde la vista alcance, o capas fracturadas donde el sol se cuela hasta la tierra abajo, recién regada y transformada en un espejo roto de mil reflejos de colores. O ver esos tigres de la atmósfera, los temidos cumulonimbus, descargando columnas grises de agua y destellando en relámpagos y rayos en el frente frío que avanza. ¿Quién no se sintió dichoso, amigos pilotos, luego de aterrizar en una perfumada tarde de verano, luego de virar térmicas? ¿Quién no sintió esa extraña y única sensación de volar solo, por el gran cielo, temblando de emoción después de ese tonel o de aquel rizo que, finalmente, se atrevió por primera vez a hacer? Somos, de alguna manera, bendecidos por saber y comprender la belleza del vuelo. Y, aunque mis relatos son de una época pasada y sé que hoy no son posibles de realizar, seguirán otros, con nuevas experiencias, con nuevas tecnologías y distintos protocolos y prácticas de seguridad. Pero, seguramente, lo harán con la misma pasión y felicidad que lo hice yo. He tratado de contar o referir acerca de mis recuerdos en relación a esta actividad, con la esperanza de que, para quien lee, tenga algún significado, porque esa es la cualidad de la memoria: guardar y dar cuenta de lo significativo de la vida, de lo que vale la pena mantener, para luego comunicar y que alguien más lo entienda.